Antes de empezar estas reflexiones debo declarar que sin dudarlo la educación a distancia (EaD) es una herramienta valiosísima para la formación de recursos. Me baso para tal afirmación en la media docena de cursos que he hecho bajo este método, dos de ellos para instruirme en la docencia en este sistema educativo que me han permitido conocerlo un poco mejor, además de la experiencia de un par de aulas virtuales que he levantado.
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También puedo asegurar que son muchas las asignaturas o cursos completos que pueden darse o apoyarse exitosamente con ella. Ahora bien, también estoy clara que no siempre la EaD es exitosa por ello les traigo algunas reflexiones sobre el trabajo con estos entornos educativos.
En los países del tercer mundo la Formación a Distancia es una oferta importante como solución a sus necesidades educativas. Mientras muchas de nuestras economías pasan por fuertes escollos de cierta periodicidad esta opción se hace más deseable como complemento o como método principal de aprendizaje para salir de ese foso recurrente mediante el conocimiento, entre otros debido a que por su ubicuidad, la EaD alcanza todos los rincones donde hay internet, es de menor costo que la educación tradicional y ofrece la oportunidad de poner recursos educativos valiosos y escasos a la disposición de muchos.
En la época de pandemia del Covid-19 la formación a distancia ha mostrado de muchas maneras su efectividad y probablemente esto acelerará su progreso dada la prueba que ha superado.
Así la realidad económica de los países del tercer mundo crea un lecho abonado y lleno de retos para la EaD. En muchas de nuestras sociedades tercermundistas vemos como docentes valiosos (poseedores de una esfera del conocimiento escaso o muy especializado) se van reduciendo de sus países con los ciclos migratorios característicos de economías deficitarias pues los talentos cultivados con dedicación personal con justicia deben estar en libertad de buscan mejorar sus condiciones de vida, existiendo en paralelo personas esparcidas en el espacio geográfico quienes requieren recibir este conocimiento que se ve dificultado, por otro lado, por la distancia y el costo. A través de la formación a distancia podría en parte resolverse mucho de estos inconvenientes de la educación tradicional, pero no debemos olvidar que siempre necesitará, por un lado, enseñar a aprender con disciplina que despierte en el alumno su responsabilidad en el autoaprendizaje y, por otro lado, enseñar a enseñar, formando docentes preparados para esta modalidad.
El éxito de la EaD dependerá de múltiples factores, entre ellos que se cuente con diseñadores instruccionales quienes entiendan de los objetivos o competencias que han de impartirse y les persigan con afán sobre cimientos realistas, además que se instalen desde el inicio indicadores de rendimiento y calidad que les sirvan para marcar su ruta y corregir los elementos tanto humanos como tecnológicos concurrentes cuando ello sea menester, y finalmente que estos proyectos lleven a reuniones periódicas del equipo de trabajo donde se analice su alcance y se apliquen las mejoras o correctivos necesarios, en otras palabras, necesitan una gerencia educativa preparada, dedicada y eficiente. Cuando un curso se sale de ello tiene muchas posibilidades de perder su orientación y no ser lo que se espera de él, aunque no sea plato de buen gusto el aceptarlo y algunas veces nos enfrentemos con la negación, proyección y otros mecanismos de defensa que nos dificultan el mejorar en estos asuntos.
En este camino he tenido la ocasión de estar en cursos muy importantes traducidos en aprendizaje significativo, de los que estoy muy agradecida, así como otros muy pobres en varios de sus elementos. ¿Cómo reconocerlos?, pues es difícil, la labor de marketing digital de quienes los venden no deja espacio suficiente para ver la diferencia hasta que se experimenta en uno de ellos. Hay algunos cursos muy vistosos con currículos engordados, incluso con apoyo universitario, que luego de que se inician no dejan mucho y donde hay que ser un estudiante muy disciplinado para no perder todo lo invertido con ellos (dinero, tiempo e ilusión), y algunos cursos más humildes en su publicidad que pueden resultar joyas valiosísimas. Esta incertidumbre probablemente cambiaría si se instaurara por todos los gobiernos la obligatoriedad hacia estas instituciones de seguir estándares internacionales únicos hacia su método educativo, que califiquen de modo independiente y objetivo a estos cursos, y donde cada institución sea evaluada visiblemente.
El embudo de la deserción globalmente ha sido un punto aún en deuda de este sistema, sobre ella les digo que hoy existe una explosión de la oferta educativa a distancia que por ahora ofrece muchos cursos y con frecuencia pocos sobrevivientes, no obstante es posible cambiar esta realidad.
Si bien hay que enseñar a aprender y enseñar a enseñar, también es cierto que el conocimiento se siembra más profundamente cuando se anhela y se descubre, este anhelo es el primer requisito que debería reinar para ingresar a cualquier cohorte de un curso a distancia buscando satisfacer incertidumbres de los alumnos y llenando sus espacios vacíos. Por ello no siempre se logra lo deseado cuando se toma a un grupo de alumnos y se les inscribe en un aula virtual por simple necesidad de cubrir una matrícula. Tampoco se debe ser docente para la EaD por simple invitación, es necesario formarse para ello de modo de estar en capacidad de emplear adecuadamente las herramientas educativas que ofrece la virtualidad, ser un moderador educado en estas lides que sirva de modelador firme, recordando que a lo largo de la vida el papel del tutor es fundamental cuando los fines son el mejor aprendizaje. Aquí es importante entender que cuando explicaba antes sobre autoaprendizaje no me refería a una experiencia desasistida, el docente es pilar principal para fortalecer estos cursos y amerita preparación, vocación y remuneración, sobre todo en nuestros países donde no todos están dispuestos por igual a asumir la gran responsabilidad del rol del docente y donde coexisten carga laboral del educador y bajos salarios. Para reducir la deserción se necesitan profesores que moderen con sabiduría, manteniéndose de lado pero no ausente, haciendo reflexiones de equidad, identificados con la ética tan necesaria hoy día.
Otra característica resaltante de la EaD es la potencialidad de que el tutor virtual puede ser tanto o más visible en sus palabras que el tutor presencial, no siendo su influencia para nada despreciable. En un curso participativo a distancia los docentes y alumnos son visibles a través de la expresión poco encubridora de su pensamiento escrito, donde en sus discursos reflejan aspectos que van más allá del conocimiento construido, aun cuando no lo parezca allí están los elementos de su ser personal encolado con los de su convivencia virtual puestos en evidencia en contrastados discursos que se sostienen en el aula virtual donde se reflexiona y se saca provecho de diversas posturas expresando experiencias, conclusiones, incertidumbres y reflexiones que enriquecerán la construcción del conocimiento.
Más allá de lo antes expuesto son muchos los retos de la educación a distancia que tenemos al frente, como por ejemplo la solidez del aprendizaje a través de dispositivos móviles, ¿cómo lograr resultados de calidad con tecnologías que ya están asumidas y son de uso generalizado por los ciudadanos?, el llamado movil-learning aún está por definir su lugar correcto y sus limitaciones ya que para cada herramienta hay un uso ideal y no todo sirve para todo necesitando atribuir a la tecnología el papel adecuado en cada caso, donde al menos hasta ahora el aumento de la movilidad supone una relativa disminución de la funcionalidad o algunas restricciones prácticas, por lo que pienso se plantearan tal vez nuevos cambios metodológicos atraídos por la oferta de un contexto social muy potente que puede servir para fomentar la comprensión a través de la elaboración y reelaboración de conceptos.
Reducir la deserción de la educación a distancia sería una hermosa tarea, como también lo es encontrar la unión entre sistemas lógicos de nuestras aulas virtuales y los indicadores de la calidad de los programas educativos, un tablero de control que coordinadores, docentes y estudiantes requerimos para seguir teniendo un rumbo cierto a través de unos estándares de calidad medibles, un hecho aún no popularizado en los sistemas electrónicos gestores de aprendizaje (LMS por “Learning Management System”).
Publicado el 30 de enero del 2017
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